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¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón


Así me presento. Esta es mi historia.


En el transcurso de la vida, nos han enseñado y transmitido diferentes “caras” de Dios: el que todo lo ve, el castigador, el justo, el que envía enfermedades, el que decide cuando morimos. Entrados mis 30 años, conocí a un Dios totalmente diferente: Dios Amor y Misericordia. Así me di cuenta de todas las veces que Dios entró en mi vida humildemente, sin pedir permiso pero sin atropellarme, con paciencia y expectante.


Escuché lo que yo consideré mi llamado a los 18 años a través de un sueño tan real vivido que ahora, pasado ya mis 40, lo tengo fresco en mi memoria. Cada vez que tuve que dar vuelta el rumbo de mi vida Él se hizo presente para acompañarme.





La vida me ha golpeado bastante duro, muchas veces “he mordido el polvo”, como se dice habitualmente, y he querido decir basta. Pero así como las huellas en el desierto en las que sólo vemos las de Jesús, he sentido su abrazo levantándome, alentándome a seguir y su voz diciéndome que estaba conmigo.


Mis alumnos, jóvenes de secundario, muchas veces, por no decir casi todas, me plantean que están enojados con Dios porque no les cumplió lo que le pedían o “se llevó” a alguien y deja a tanta mala persona, por decirlo con dulces palabras, viva. Y yo entiendo ese dolor y esa bronca. Ahí es cuando abro mi corazón y cuento mi historia y la presencia de Él en mi vida:


“En el templo se escuchó mi voz,

Clamé por Ti en mi angustia.

Extendiste Tu mano y no caí

Tu poder del enemigo me libró”


Y ahí es cuando ocurre: lentamente Dios se hace presente en la vida de ellos. Juntos reconocemos el paso de Él; que a veces pedimos magia a Dios y que no estamos acostumbrados a su “no”. Si, Dios también nos dice que “no”. Pero eso nunca nos lo dijeron. Siempre fue “reza que Dios va a escucharte”, pero no funciona así.

Sin embargo, las experiencias más allá de transmitirse y contarse, no se pueden encarnar por voluntad propia en el corazón del otro.


Las enfermedades, la muerte, me han golpeado bien de cerca y Su presencia estuvo ahí, sosteniéndome de los hombros mientras caía de rodillas. Y escuche ese “no” tan temido y tan odiado. Pero, al ver en el tiempo, ese “no” es el que me permitió ponerme de pie. Y cuando vuelvo la vista atrás descubro todo el tiempo a un Dios silencioso que caminó siempre a mi lado, que lloró conmigo y que me sacó de las tinieblas.


¿Cuál es tu experiencia de Dios? ¿Escuchaste alguna vez su “no”? ¿Lo reconociste en tu

vida, en las huellas que fue dejando mientras te sostenía en el dolor?


No soy teóloga y capaz mis palabras no son las mejores, solo quería compartirte mi vida con Dios.


¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Gabriela Chilo

Comisionada de la pastoral scout

Diócesis de San Martin – Tres de Febrero

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