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El don de la amistad

En este día del amigo me pareció lindo poder mirar la amistad desde esta perspectiva: la de don, porque precisamente la amistad o, mejor dicho, los amigos son un gran regalo que Dios nos da a lo largo de nuestra vida.





Sin embargo, antes de adentrarnos en la reflexión, no podemos dejar de tener en cuenta que este año nos toca vivir un día del amigo diferente, en medio de la pandemia, pero no por ello, menos importante o de menor calidad. Al contrario, creo que el hecho de estar “aislados”, compartir “a distancia” o “cada uno desde su casa”, nos ayudó y nos ayuda a ver el gran valor que tienen los vínculos, a apreciar lo significativo que es para todos el pasar tiempo con aquellos que nos hacen tanto bien y nos alegran la vida. Me pregunto y les pregunto: ¿Quién no siente nostalgia de celebrar un cumpleaños o una ocasión especial con esos amigos de toda la vida? ¿Quién no extraña disfrutar de unos mates, entre risas, con aquellos que mejor me conocen? Por otra parte, este tiempo también nos impulsó a no quedamos en el “no puedo” o en la tristeza que puede surgir ante las preguntas anteriores, sino a ser creativos para poder encontrarnos y “vernos” con nuestros amigos y seres queridos y así poder disfrutar del don que supone la amistad.


Volviendo a nuestro tema, decir que la amistad es un don, es afirmar una característica fundamental que ella supone: la gratuidad. Todos experimentamos que los amigos llegan a nuestra vida de un modo gratuito, es decir, inesperadamente y sin ningún tipo de fórmula.

Nos cruzamos con ellos en el andar de la vida y comenzamos a compartir momentos especiales; a conocernos con profundidad; a elegirnos tal como somos y, sobre todo, a estar con ellos incondicionalmente. Una anécdota para ilustrar esto: conocí a uno de mis mejores estando parado junto a una valla en un evento y cuando le hablé por primera vez, ni se me cruzó por la cabeza todo lo que íbamos a compartir con el tiempo.


El hecho de “estar” es otra nota importante del don de la amistad, porque ella implica vivir la experiencia de la presencia. Es común escuchar “está en las buenas y en las malas”, pero no basta con enunciarlo, es necesario vivirlo y estar tanto en los momentos de alegría, como también en las dificultades o momentos de dolor que se van dando en la vida. La amistad se va gestando entre risas, alegría, anécdotas, abrazos, miradas, lágrimas, impotencia, entre otras.


Pero la amistad también va de la mano de la alteridad porque nos saca de nosotros mismos y nos abre a un vínculo profundo con un “otro”. Dejamos de pensar desde el yo, para pensar y caminar desde el nosotros. En las vacaciones, al regresar con un amigo de una larga caminata, contemplaba esta realidad: esa persona con el que venía charlando, riendo, haciendo chistes o jodas, compartiendo anécdotas, tratando de olvidar el cansancio de los pies y de no pensar cuánto faltaba para llegar, no era simplemente una persona, sino que con el tiempo se convirtió en un amigo y compañero de camino, con el que se transita la vida de la misma manera que en esa caminata. Así también podemos recordar tantos momentos caminados con amigos (peregrinaciones a Luján, campamentos, viajes y vacaciones compartidas, cumpleaños y fiestas inolvidables, asados y comidas) que, sin duda, dejan huellas en el corazón.


Podríamos seguir reflexionando mucho más en torno a este inagotable don de la amistad, pero me parece oportuno para iluminar y concluir este artículo, que dirijamos nuestra mirada a Jesús, ese Amigo que tenemos en común: que nos regala su amor y su amistad de un modo gratuito, mirando y conociendo solo nuestro corazón y nuestra historia; que nos reconforta con la certeza de que está en todo momento, de una manera incondicional, ya sea para alegrarse con nosotros como para consolarnos y recibir nuestras lágrimas; que se convierte en compañero de camino, poniéndose a nuestro lado y mostrándonos la senda que nos conduce hasta nuestra felicidad. Él nos amó primero (Cf. 1 Jn 4, 19); nos llama amigos (Cf. Jn 15, 15); nos invita a compartir y celebrar en torno a una mesa; nos enseña con su ejemplo que no hay mayor alegría que dar la vida por los amigos y que la amistad es un regalo enorme que viene de Él. ¡Celebremos este día del amigo teniendo presentes a aquellos que la vida nos fue regalando y, sobre todo, vivámoslo junto a Jesús, quien en esta cuarentena es el Amigo incondicional que está a nuestro lado sosteniéndonos y animándonos!

Nahuel Sombra.

Seminarista

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