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Foto del escritorJuventud San Martin

¿Y ahora dónde está Dios?



Esta, sin dudas, debe ser una de las tantas preguntas que el mundo, o por lo menos una gran parte de él, se debe estar preguntando. Seguramente esto se deba a que aún no podemos comprender lo que está pasando o por qué está pasando todo esto que lleva como nombre Covid-19; pero a pesar de eso necesitamos encontrar un culpable y así es como muchos optan por la opción más fácil: ¡Dios es el culpable!


Muchos de los comentarios que he escuchado me recuerdan a cierto pasaje de los evangelios. Les voy a compartir algunos para ver si van descifrando a qué parte me refiero: “Si Dios existiera y amara tanto a este mundo como dicen, podría hacer algo ¿no?”…” ¿Y tú Dios donde esta?”.





Por supuesto que esta pandemia también está golpeando la fe de aquellos que son más creyentes, quienes se están preguntando por qué no pueden sentir a Dios o por qué sienten que rezan y rezan sin obtener una respuesta.


Volviendo a aquellos que sentencian a Dios y a sus fieles, les recuerdo este pasaje del evangelio de Marcos 15, 29-32:

“Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: ¡«Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!». De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: « ¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡Que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!». También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.”


Tal como leyeron, a Jesús también le hacían este tipo de comentarios, incluso cuando ya estaba crucificado. Aun cuando muchos habían sido testigos de sus milagros, no podían creer que todo lo que el Maestro decía, hacía y anunciaba era verdad; muchos tenían los sentidos del corazón anulados.


Por eso, si esto mismo le pasó a Jesús, no podemos extrañarnos que hoy suceda igual. Mucha gente dejó de creer, otros quizás nunca tuvieron ese encuentro con Dios o quizás fueron víctimas del dolor, la angustia, la desesperación o algún otro de esos sentimientos negativos que nacen en el corazón ante la pérdida de un ser querido o de ese algo que era tan importante.


Así es como de un corazón herido pueden surgir estos cuestionamientos; pero ojo, que no por eso, la persona puede ser tildada como mala, sino que simplemente no ha encontrado consuelo o respuesta al momento que le toco pasar. Sin dudas ese corazón experimenta un vacío, ese lugar que solo el amor de Dios puede llenar aún está desocupado.

Aquí es donde entran en juego las personas que sí creen y practican su fe, aquellas que rezan y que no deben dejar de hacerlo aunque no sientan nada porque puede pasar que a veces no sintamos nada. Sin embargo eso no quiere decir que nuestra oración no fue recibida, Dios siempre va a escucharnos porque no hay nada que le guste más: ama que sus hijos le hablen.


Aquellos que tienen fe están llamados a consolar esos corazones atormentados y un modo de hacerlo es a través de la oración, pidiéndole a Dios que toque la puerta de cada corazón cerrado para que Él pueda entrar y transformar la tristeza en alegría, la oscuridad en luz.

Nunca es momento para combatir fuego con fuego, por eso si alguien nos agrede con estas preguntas o cuestionamientos, hay que rezar mucho nuestras respuestas y pensar que de esas palabras que utilicemos dependerá el acercar un alma a Dios o alejarla. Busquemos en la paz que el Espíritu Santo sopla en nuestros corazones e imitemos a María, quien muchas veces creyó que la mejor respuesta era el silencio.


Si yo tuviera que responder esta pregunta: ¿Y ahora dónde está Dios?, te diría que está en las manos de los médicos, de las personas que nos están cuidando y haciendo algo para combatir esta pandemia. Te diría también que Dios está en los curas y voluntarios de las iglesias que reparten alimentos o cocinan para los más necesitados, y por supuesto en el corazón de las personas que con sus donaciones colaboran. Por sobre todo te diría que está a tu lado y que jamás te abandonará y que, aunque vos no puedas sentirlo, su abrazo amoroso siempre va a estar cubriéndote.


Dios no creó este virus, esta pandemia no tiene que ver con Él y estate seguro que está sufriéndolo tanto como nosotros o más. Por eso no dejes de creer y alimenta tu fe cada día con la oración, la Palabra, la misa por las redes y todo aquello que sirva para que crezcas espiritualmente; para que tu relación con el buen Padre se fortalezca. Confia siempre en el Señor, porque él de todo lo malo, siempre hace algo bueno. No te olvides que Él hace nueva todas las cosas y que su misericordia no tiene fin.


Sigamos cuidándonos la salud tanto física como espiritual y no nos desanimemos; no nos preguntemos “¿Y ahora dónde está Dios?”. Mejor digamos como esa vieja canción y cantemos: Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto que cuando le hablo, Él me puede oír.

Les mando un fuerte abrazo y hasta que nos volvamos a ver, que Jesús nos guarde en la palma de su mano. Dios los bendiga y les haga sentir su amor.

Néstor Melgarejo

Animador pastoral juvenil

Parroquia San Cayetano, José León Suarez

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