“Si no, no nos podemos reír de nada…”
“De algo hay que reírse…”
“Tampoco es para tanto…”
“Dale, no seas amargado, reíte…”
Sí, pero… ¿cuando se están riendo de vos?
¿Cuando se están riendo de un defecto del cual vos estás dolido por tenerlo y no podés sacártelo?
¿Cuando se ríen de un defecto físico tuyo con el cual vos no estás nada contento?
¿Cuando se ríen de tus defectos a tus espaldas… imagínate si los escuchás, ¿te gustaría? ¿te gustaría que alguien que querés mucho (o no) se ría de vos y/o te saque el cuero?
Muchas veces en la vida hemos sido víctimas y/o victimarios de estas situaciones, las cuales tienen distintas nomenclaturas: bullying, criticar, sacar el cuero, chusmear, bardear, joder y algunas que suavizan más la situación en cuestión; por ejemplo: “es solo un chiste”, “no te lo podés tomar tan a pecho”, “dale, no seas amargado”, “si no, no nos podemos reír de nada…”.
Estamos acostumbrados a este veneno sutil que se filtra en todas las conversaciones en las cuales participamos, o si no, en la mayoría.
Hacer un chiste sobre un ciego; sobre alguien que le falta un brazo; sobre una persona de baja estatura; sobre alguien que habla mal; sobre una persona que no está en ese momento destacando el defecto para fomentar la risa con los cuales estamos compartiendo, total “Si no, no nos podemos reír de nada”.
¿Quién no hizo algo para agradarle a las personas que están al lado suyo? ¿Quién no hizo un chiste de lo que sea para quedar bien? Sí, genial, está buenísimo contagiar la risa, pero… ¿Qué clase de risa contagiamos y esparcimos? ¿una sonrisa tóxica o una libre de toxinas?
Qué difícil no caer en el chismerío barato, o en la risa fácil por criticar un defecto del otro en vez de fijarnos en el nuestro y que eso no nos cause tanta gracia... es difícil, sí. Mirar al otro y sus defectos hace que los nuestros se ausenten por un rato y que no los enfrentemos con valentía. Esto expone lo cobardes que somos. Se requiere, sin embargo, mucho valor para ir contracorriente y salir de ese lugar tóxico.
En cualquier primario, secundario, trabajo, club u otro tipo de lugar social es muy común que se nos demande algo implícitamente, o explícitamente, para formar parte de esos que son “alguien” y no quedar en el lugar de esos “nadie” y así al menos tener “amigos”, o eso pensamos nosotros, y poder ser “alguien”.
La vida tiene tantas, pero tantas cosas hermosas que nos pueden sacar una sonrisa, ¿por qué nos empeñamos en contaminar la sonrisa con la burla? ¿Por qué no nos empeñamos en multiplicar la sonrisa de Dios en vez de la sonrisa del diablo?
Con esto que reflexiono; pienso; medito; rezo no me creo un tipo que no cae en esto, en absoluto. Simplemente, lucho e intento hacerlo constantemente contra esa tentación de reírme de los demás, o de caer en esa risa tóxica. No está bueno, no es sano: es un veneno que se filtra y, como todo veneno, te mata. A diferencia de algunos este te mata de a poco, lentamente te va dejando sólo…
“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Jn 8,7): nadie está exento de esto, sin dudas. Pero insisto, hoy hay que luchar contra el coludo que se nos quiere meter en todos lados sutilmente y ¿qué mejor que en nuestras debilidades que no afrontamos?
Lo que quiero hacer en esta reflexión es motivar a salir de estas conversaciones cuando se nos presenten y no iniciarlas tampoco. Es duro, porque es ir contracorriente todo el tiempo, pero Dios está en las buenas noticias, en las risas sanas, en su verdad, en su corazón que sólo irradia bondad, no podredumbre, eso es del otro que nos quiere dividir.
Hoy te invito a contagiar buenas noticias; risas, pero de Dios, no criticando ni sacándole el cuero a nadie. Rezando por el prójimo que tengo al lado, realzando sus cualidades sin mencionar sus defectos.
¡Anímate! Vas a ver que ¡SÍ NOS PODEMOS REIR DE OTRA COSA! Juntos formamos el Reino de Dios en la Tierra, animémonos con nuestra lengua a multiplicarlo, no a destruirlo.
No criticar a mis hermanos, velar por sus defectos, hablar de sus cualidades… Hablar siempre bien de mis hermanos, disculpar sus defectos, poner de relieve sus cualidades.”
San Alberto Hurtado.
Jonathan Romani
Seminarista de la Arquidiócesis de Buenos Aires
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