Una auténtica y renovada apologética
Estábamos celebrando bautismos en una capilla, cerca del basural más grande de Argentina. Todos visten su mejor ropa para semejante ocasión. La celebración comienza. Murmuraciones, saludos, algún llanto de bebé, la música de un auto que pasa por la puerta.... El sacerdote se hace la señal de la cruz. Y les da la bienvenida en guaraní. El mundo se detiene, las murmuraciones callan, los saludos se detienen, y hasta los bebés parecen entender que algo está pasando. Las palabras hablan de una patria y costumbres compartidas, y las sonrisas parecen decir: “el cura es uno de los nuestros”. La conexión es instantánea. Todos se disponen a recibir una Palabra.
Ahora bien… ¿Cómo generar esta experiencia de comunicación con nuestra juventud?[1] Sin dudas, necesitamos hablar el mismo idioma o por lo menos, vibrar en la misma sintonía. Muchas palabras, estilos e imágenes en nuestra Iglesia lejos de ser puentes, se convierten en barreras que nos alejan del Misterio. Y hasta, nos causan rechazo, asco. Quizás, porque no las entendemos y por lo tanto, nos confunden. Muchas veces, no comprendemos algunas expresiones y en consecuencia, el lenguaje nos resulta desagradable y distante... ¿cordero inmolado? ¿expiar las culpas? ¿purificar? ¿magisterio episcopal? [2].
Si verdaderamente queremos ser fieles a la Revelación, tenemos que aprender el idioma de los jóvenes... para contarles con sus palabras, que lo que buscan, es la novedad de Jesús y su Evangelio de Vida. Es un desafío y una exigencia ineludible. Estoy convencido que es tiempo de buscar y encontrar nuevas formas de dar razones de nuestra Esperanza. Y no puedo dejar de preguntarme: ¿por dónde empezar? Tal vez, en este tiempo de cuarentena, contemplando el modo de amar de Jesús y seguramente, sus palabras y sus gestos nos impulsarán, desde bien dentro, a una misión apasionada. Se nos presenta el desafío de vibrar en dos sintonías o melodías, la belleza de nuestra fe (la Iglesia de Jesús) y la realidad de los jóvenes. Y así, con nuestras vidas ser pontífices[3], puente entre Dios y nuestra juventud (especialmente los últimos, los más rotos).
Jóvenes, amigas y amigos de Jesús y enamorados de su proyecto, hoy es tiempo de re-encontrarnos con el Evangelio y como Iglesia de San Martin preguntarnos: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?»[4] Y esta pregunta, a su vez, nos lleva a cuestionarnos: ¿Qué palabras usaría? ¿Qué gestos realizaría? Vale la pena la Buena Noticia de Jesús… ¡vale la vida entera!
Lucas Antognazza
Seminarista Diocesano
[1] El anuncio a la cultura implica también desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos… para pensar cómo hacer llegar la propuesta del Evangelio a la diversidad de contextos culturales y de destinatarios. - Papa Francisco - Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio) [2] A veces nos damos cuenta que entre el lenguaje eclesial y el de los jóvenes se abre un espacio difícil de colmar, Soñamos con una Iglesia que sepa dejar espacios al mundo juvenil y a sus lenguajes, apreciando y valorando la creatividad y los talentos. - Papa Francisco - Documento preparatorio para el Sínodo de la Juventud [3] http://etimologias.dechile.net/?ponti.fice [4] https://www.padrealbertohurtado.cl/la-contrasena-es-que-haria-cristo-en-mi-lugar/
Gracias por permitirme compartir lo que pienso, siento y creo, desde bien dentro... ¡vamos la Pastoral de Juventud! ¡Saludo-codazo!
Lucas siempre me dejas sin palabras.....dejas en mí mucho para repensar, mucho para reflexionar....para rezar 🙏🙏